Estimados hermanos y hermanas,
Animados por la invitación del Papa Francisco a ofrecer en el Jubileo 2025 signos de esperanza a los migrantes (cf. Spes non confundit, 13), quienes los acogemos y acompañamos en las distintas casas, comedores y lugares de atención, tanto en el sur, como en el centro y el norte de la República Mexicana y que conformamos la Pastoral de Movilidad Humana, estamos fortaleciendo nuestros vínculos y nuestra comunicación a fin de estar atentos a la situación local, nacional e internacional, y responder lo mejor posible a los retos en materia de migración, deportación de migrantes y solicitantes de refugio.
Para eso, como lo hemos venido haciendo, les seguiremos ofreciendo una cálida recepción en nuestras instalaciones, brindándoles hospedaje, alimento, ropa y artículos de aseo personal; apoyo en el cuidado de su salud física, emocional y espiritual; contactarlos con sus familiares; ayudarlos en la obtención de los documentos que requieran; acompañarlos en los trámites legales que necesiten realizar, así como en el acceso a la educación, al reconocimiento de competencias y a la bolsa de trabajo.
A fin de lograrlo, invitamos a todas las arquidiócesis, diócesis, parroquias, institutos de vida consagrada, seminarios, casas de formación, universidades y colegios católicos, grupos laicales y comunidades, a solidarizarse con este esfuerzo. Pongámonos en el lugar de nuestros hermanos migrantes y de aquellos que son deportados; al tiempo de sufrir la separación de su familia, el desarraigo y el desmoronamiento de años de sacrificios, de trabajo y de sueños, experimentan un enorme dolor, un profundo temor y una terrible incertidumbre.
Oremos por ellos y ofrezcámosles el apoyo material que requieren, procurando al mismo tiempo integrarlos a la comunidad. Si bien somos conscientes de nuestras limitaciones ante los retos que se avecinan, estamos
dispuestos, desde nuestra identidad cristiana-católica y de acuerdo a nuestras posibilidades, a sumarnos a los esfuerzos de las autoridades federales, estatales y municipales, así como de las organizaciones religiosas y civiles, convencidos de que, unidos, podremos enfrentar mejor la situación para ofrecer a los migrantes, deportados y solicitantes de refugio un mejor servicio, respetuoso de su dignidad y de sus derechos, garantizando su seguridad y el cuidado del medio ambiente, teniendo presente aquella máxima de la poetisa mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz: “quien no compite, no estorba” (Los empeños de una casa, 1250-1255).
Agradecemos la disponibilidad del Episcopado Católico de los Estados Unidos para caminar juntos, particularmente a través de Mons. Mark Seitz, Presidente del Comité de Migración de la Conferencia Episcopal, de las diócesis fronterizas, de las Caridades Católicas y de otras iniciativas. Nuestra gratitud se extiende también a las Conferencias Episcopales de Centroamérica y de Canadá.
“Dios –dice san Agustín– no ordena que perdamos nuestros bienes, sino que nos indica dónde colocarlos; si se guardan en el cielo, el corazón estará arriba” (Sermón 86). Hagámoslo, acogiendo, protegiendo, promoviendo e integrando a nuestros hermanos migrantes, deportados y refugiados. Que Nuestra Madre de Guadalupe nos obtenga de Dios la ayuda para ser, en medio de los desafíos, peregrinos de esperanza, fiados en la promesa de Jesús: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt 28, 20).
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